CEMReflexiones en torno a un sector históricamente postergado en la Ciudad de Buenos Aires
El cooperativismo tiene una larga trayectoria en la Argentina en sus diversas formas desde fines del siglo XIX hasta la actualidad. Está vinculado al proceso de las migraciones masivas de Europa Occidental a nuestro país que gestó las primeras organizaciones mutuales y cooperativas en paralelo al surgimiento del movimiento sindical.
Las cooperativas (de crédito, de consumo, de vivienda, de trabajo, etc) son una de las dos manifestaciones de la economía social en su rama institucional. También podemos hablar de una vertiente con menos formalidades que componen los emprendimientos familiares y/o autogestivos, las ferias francas, mercados solidarios, huertas comunitarias, entidades de microcrédito, etc. La economía social introduce nuevos paradigmas en el desarrollo nacional y, entre ellos, emergen las cooperativas con sus respectivos principios de autonomía, independencia, fundamentos democráticos y relación fluida con la comunidad. Según el especialista José Luis Coraggio (Coraggio, 2002):
Su lógica es otra: contribuir a asegurar la reproducción con calidad creciente de la vida de sus miembros y sus comunidades de pertenencia o, por extensión, de toda la humanidad. (…) desde el inicio se autodefinen como “sin fines de lucro”, lo que no las vuelve anticapitalistas, pero si no-capitalistas.
En este sentido, el fortalecimiento de este sector puede aportar como herramienta a las problemáticas de empleo y desigualdad social que atravesamos en nuestro país, y se han agudizado con la pandemia del COVID-19. Poder reflexionar el rol que cumple el Estado en el aprovechamiento (o no) de dicha herramienta es el objetivo del presente informe. Centraremos nuestro análisis en la situación de la economía social en la Ciudad de Buenos Aires.
